La interpretación responsable de la Biblia toma en cuenta el propósito de las Escrituras, porque esa es una manera de respetar su propósito. Ese propósito se expresa claramente en 2 Timoteo 3:16-17:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
El intérprete debe entonces tener siempre en mente el objetivo, que es “instuir en justicia” y equipar al pueblo de Dios para “toda buena obra”.
Desafortunadamente no se puede decir que la teología especulativa sobre el fin del mundo honre ese propósito bíblico. Es cierto que mucha de esa teología se presenta como un ministerio serio. Al tratar de discernir las señales de los tiempos, dan la apariencia de ayudar a los cristianos a prepararse para el fin. Por ejemplo, esto es lo que dice el sitio web de Tim LaHaye:
“El Dr. LaHaye y PTRC (su organización) enfatizan tres consecuencias prácticas que se derivan de la enseñanza del rapto. La primera implicación del pretribulacionismo es que conduce a una vida piadosa en una era impía. A continuación, esta enseñanza del Nuevo Testamento promueve un fuerte énfasis en el evangelismo de los perdidos. Finalmente, cuando los creyentes llegan a comprender esta perspectiva eterna, esto lleva a un celo por las misiones mundiales.”
Esto parecería algo loable. Sin embargo, no hay ninguna evidencia de que esta especulación sobre el fin del mundo promueva ninguno de ellos. Los interminables acertijos de la identidad del Anticristo y las extrañas interpretaciones de los símbolos bíblicos simplemente no se traducen en una vida más consagrada y preocupada por los perdidos. A menudo estos temas solo dan lugar a acalorados debates.
Cuando hace siglos la iglesia analizó el quiliasmo o la doctrina del mileniarismo vió que darle énfasis a las especulaciones sobre el fin del mundo no fomentan la vida cristiana, que es, como vimos en 2 Timoteo, el propósito de la Biblia. Mas bien las conjeturas y especulaciones sobre el fin del mundo solo alimentaban la curiosidad. Especular con el fin del mundo es tan popular por la misma razón que los crucigramas, el sudoku y las novelas de misterio son populares. Al ser humano le encanta averiguar las cosas. La teología del fin del mundo le ofrece a la gente un gran acertijo y pistas para resolverlo. Las noticias de actualidad se van interpretando según las pistas para ir armando un rompecabezas en el que se pueda ir viendo poco a poco lo que traerá el futuro. El problema es que este rompecabezas escatológico no necesita de fe, tanto los no-creyentes como los creyentes pueden jugarlo. No promueve la vida cristiana y no hay evidencia que los que juegan este rompecabezas del fin del mundo sean cristianos más consagrados.
Toda la especulación sobre el fin del mundo en realidad solo alborota la curiosidad por el futuro. Y tampoco eso logra muy bien. La historia cristiana está llena de intentos de predecir los eventos del fin del mundo. Casi que en cada siglo ha surgido algún movimiento convencido de tener las claves para comprender el fin del mundo. No hay razón para pensar que ahora los especialistas del fin del mundo tengan más conocimiento que el que tuvieron en generaciones pasadas. El problema de los teólogos del fin del mundo no es una falta de conocimiento o inteligencia. El problema es que interpretan la Biblia según sus propios propósitos (satisfacer su curiosidad) en lugar de interpretarla según el propósito de la Biblia. Cuando prestamos atención al propósito de la Biblia, “instruir en justicia”, vemos que obsesionarse con los asuntos del fin del mundo es en todo caso irrelevante. Más bien puede desviarnos de nuestro verdadero llamado como discípulos cristianos.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
El intérprete debe entonces tener siempre en mente el objetivo, que es “instuir en justicia” y equipar al pueblo de Dios para “toda buena obra”.
Desafortunadamente no se puede decir que la teología especulativa sobre el fin del mundo honre ese propósito bíblico. Es cierto que mucha de esa teología se presenta como un ministerio serio. Al tratar de discernir las señales de los tiempos, dan la apariencia de ayudar a los cristianos a prepararse para el fin. Por ejemplo, esto es lo que dice el sitio web de Tim LaHaye:
“El Dr. LaHaye y PTRC (su organización) enfatizan tres consecuencias prácticas que se derivan de la enseñanza del rapto. La primera implicación del pretribulacionismo es que conduce a una vida piadosa en una era impía. A continuación, esta enseñanza del Nuevo Testamento promueve un fuerte énfasis en el evangelismo de los perdidos. Finalmente, cuando los creyentes llegan a comprender esta perspectiva eterna, esto lleva a un celo por las misiones mundiales.”
Cuando hace siglos la iglesia analizó el quiliasmo o la doctrina del mileniarismo vió que darle énfasis a las especulaciones sobre el fin del mundo no fomentan la vida cristiana, que es, como vimos en 2 Timoteo, el propósito de la Biblia. Mas bien las conjeturas y especulaciones sobre el fin del mundo solo alimentaban la curiosidad. Especular con el fin del mundo es tan popular por la misma razón que los crucigramas, el sudoku y las novelas de misterio son populares. Al ser humano le encanta averiguar las cosas. La teología del fin del mundo le ofrece a la gente un gran acertijo y pistas para resolverlo. Las noticias de actualidad se van interpretando según las pistas para ir armando un rompecabezas en el que se pueda ir viendo poco a poco lo que traerá el futuro. El problema es que este rompecabezas escatológico no necesita de fe, tanto los no-creyentes como los creyentes pueden jugarlo. No promueve la vida cristiana y no hay evidencia que los que juegan este rompecabezas del fin del mundo sean cristianos más consagrados.
Toda la especulación sobre el fin del mundo en realidad solo alborota la curiosidad por el futuro. Y tampoco eso logra muy bien. La historia cristiana está llena de intentos de predecir los eventos del fin del mundo. Casi que en cada siglo ha surgido algún movimiento convencido de tener las claves para comprender el fin del mundo. No hay razón para pensar que ahora los especialistas del fin del mundo tengan más conocimiento que el que tuvieron en generaciones pasadas. El problema de los teólogos del fin del mundo no es una falta de conocimiento o inteligencia. El problema es que interpretan la Biblia según sus propios propósitos (satisfacer su curiosidad) en lugar de interpretarla según el propósito de la Biblia. Cuando prestamos atención al propósito de la Biblia, “instruir en justicia”, vemos que obsesionarse con los asuntos del fin del mundo es en todo caso irrelevante. Más bien puede desviarnos de nuestro verdadero llamado como discípulos cristianos.
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